viernes, 12 de abril de 2019

Constantino y el Cristianismo

EL COLETAZO DE CONSTANTINO. LA IGLESIA Y LA POLÍTICA



Por: Lucanor Alexander Dain

Recientemente cualquier usuario cristiano habituado al uso de las redes sociales, se ha visto avasallado por la cantidad de información política que corre libremente y sin filtro por dichas plataformas, esto es especialmente fuerte en el mundo latino y norteamericano, los recientes acontecimientos políticos han sacudido fuertemente a las iglesias llámese como se llame la denominación o tendencia, algunas personas hablan incluso de una fractura interna de las mismas  con miembros inclinados hacia ambos polos; siendo más específicos podríamos hablar de cristianos pro-Trump y cristianos anti-Trump, y en mi país Colombia: cristianos santistas y cristianos uribistas; quisiera pensar que es un fenómeno solamente de estas dos naciones pero conversando con un profesor que viaja frecuentemente por Latinoamérica afirma que es un fenómeno generalizado por américa latina.

Parece patético que más de doscientos años de laicización del estado, no hayan logrado la sacralización de la iglesia, los cambios políticos desencadenados en la era de las revoluciones, con especial acento en la revolución francesa marcaron aquella simbólica victoria del pensamiento político moderno de occidente, pero también marcaron un nuevo escenario para las diferentes iglesias denominadas cristianas, pues al verse desamparadas de su padrino habitual por más de mil quinientos años tuvieron que mirarse hacia adentro y mejor aún mirar hacia arriba.

Tradicionalmente se enseña en historia que Constantino fusiono la iglesia y el estado por allá en el siglo IV de nuestra era, como toda abstracción histórica que apunta a la enseñanza es necesaria, pero a la vez es aberrante, porque sintetiza exageradamente procesos históricos que nunca salen bien librados con una explicación simple, no es el propósito de este texto ahondar demasiado en materia histórica, pero aprovechando mi formación tratare de decir algunas cosas oportunas.

Constantino I el grande fue un hábil militar y emperador que significo para los cristianos de los primeros siglos, el salvador que dio fin a las persecuciones imperiales contra ellos, fueron muchos los cristianos que escribieron por aquel entonces verdaderos cantos de elogio y epopeyas a la salvación que Dios había traído a través de Constantino, y el propio tema de su conversión ha sido punto de partida para cientos de artículos y debates así que hablar con certeza de ese punto es complejo, Dios sabrá y sabe.

Lo que si podemos hablar con algo de certeza es que Constantino entendió lo que significaba para el imperio romano la multitud cristiana: una fuerza persistente y un poder casi omnipresente; pues ya para finales del siglo III los cristianos habían permeado casi todas las capas de la sociedad romana, incluso se hablaba de muchos de ellos en palacio y ocupando importantes magistraturas y cargos de poder, más que eso la basta organización que habían tejido a lo largo del inmenso espacio que ocupaba el imperio romano, no solo era una hazaña y un milagro, era algo que la situación política del imperio necesitaba desesperadamente en una época de anarquía e inestabilidad política como lo fue el siglo III [1], así que para un buen estratega como Constantino la visión estaba clara, seguramente más clara que la del icónico sueño donde se dice que vio el lábaro y oyó la voz que decía “bajo este signo vencerás”.

La alianza era obvia, y podemos leer en las páginas de la historia como Constantino incorporo en las filas de su estado a miles de cristianos otorgándoles un poder político que nunca antes habían tenido, por primera vez en su existencia el cristianismo tenía “voz y voto”, las consecuencias generadas por estos acontecimientos son básicamente de dos tipos, y usare la expresión de Halley [2] para definirlas: La sacralización del imperio y la paganización de la iglesia. Lo que vino después es historia que no es propósito de este texto mencionar, pero si recordare varias cosas, el cristianismo nació en pleno imperio romano, siendo desde su mismo fundador una religión de parias y de personas sin importancia social alguna, la base social de su expansión fueron los pobres los miserables y los indeseables, no sin razón dijo el apóstol pablo que de lo más vil y menospreciado escogió Dios[3], menos que cualquier otro personaje dentro del imperio romano los cristianos esperaban que su voz y predicación resonara en el palacio, así que su objetivo nunca fue el poder político, si bien hay unos antiguos textos dirigidos a los emperadores conocidos como las apologías, nunca fue el propósito hacer proselitismo político de la secta cristiana, estos escritos tenían un objetivo jurídico pues apuntaban como lo indican sus nombres a defender a los cristianos de lo que el estado les acusaba apelando a las mismas reglas del proclamado derecho romano.

Esta situación cambio con las reformas implementadas por Constantino en el siglo IV, cuando los obispos se convirtieron en jueces, las iglesias en oficinas de registro etc., cambios que se dieron progresivamente desde el siglo IV en adelante; la iglesia fue perdiendo su identidad paulatinamente y por ende su misión, el enfoque ultraterreno se enfocó en lo terreno, y lo eterno se volvió a lo temporal, los hombres de moral inquebrantable como lo fueron los mártires de los primeros siglos parecieron extinguirse con el paso de los siglos y solo fueron quedando remembranzas y fiestas en sus nombres.

La sociedad se hizo “cristiana”, los hombres seguían iguales, solo que ahora mataban y delinquían para la gloria de Dios en nombre de su Hijo Jesucristo, de la vieja moral cristiana de los primeros cristianos quedaron bellos textos motivacionales, y aunque nunca falto remanente, pareció esconderse en la hora de las sombras, de vez en cuando un rayo de luz irrumpía, se puso la lámpara debajo del almud, hasta que llegaron “mejores” tiempos, o al menos más oportunos.

Sin entrar en detalles dos aristas históricas van a marcar el devenir de sucesos sobre el fenómeno que tratamos hasta la actualidad: 1 la reforma protestante y 2 la revolución francesa. La primera significo un motín religioso de occidente que permitió a algunas de las naciones burguesas europeas, librarse del lastre que significaba la iglesia Romana, si bien seguían nominalmente siendo cristianas ya no tenían la influencia económica Romana[4], la atomización que significo la ruptura de la iglesia occidental se interpreta tradicionalmente como el nacimiento del libre pensamiento y pronto se hizo necesaria otra ruptura: iglesia-estado, es ahí donde juega un papel fundamental la revolución francesa, su característico y mordaz anticlericalismo marco las bases y consumó dicho divorcio, el antiguo régimen fue desnudado y recompuesto, y la iglesia no estaba en los planes, era considerada un organismo parasito subsidiaria del estado, sencillamente su papel cohesionador desde hace siglos había terminado, la reforma lo demostró sobradamente y la revolución francesa lo leyó cual guion de dramaturgo, el siglo XIX vio su interpretación y adaptación sobre todo el mundo occidental, las antes colonias españolas comenzaron su implementación hacia mediados de dicho siglo.

la discusión de las ventajas y desventajas de dicho tema son para otro espacio, solo resta decir que ambas entidades al parecer nunca han dejado de necesitarse por completo[5], la ruptura atravesada por sangrientas guerras en ambos lados del atlántico pareció ser irreconciliable, pero estos tiempos se ríen de la historia, el viejo error parece repetirse con nueva fachada, Constantino ha vuelto a la vida con nuevos y estilizados rostros, ahora sale en Facebook y WhatsApp, ya no estamos en un imperio, ya no echan cristianos a los leones al menos en occidente, aunque la persecución de cristianos nunca ha cesado ya es políticamente y moralmente mal vista, ya los cristianos no son aguijón para el estado, son votos fácilmente influenciables, solo basta que un candidato visite tal o cual culto y en el acto se granjeo al menos el 50% de los votos de dicha congregación  que nuevamente han visto a Constantino entre nosotros.

La reflexión debe ir más profunda que la discusión sobre la participación política de la iglesia, ese no es el problema, es un síntoma, el peor mal de este mundo y este tiempo no es el dólar, ni el petróleo ni el yihadismo, es lo que la iglesia cristiana dejo de significar y de ser, y como consecuencia de hacer, curiosamente la iglesia primitiva conquisto algo que no buscaba: el poder del estado, y hoy que busca conquistarlo no lo alcanza, al parecer hay un problema de objetivos, la visión de Constantino peso más que la visión celestial, se nos embolato el reino de los cielos que tan candorosamente nos anunció Jesucristo: se ha acercado a nosotros; o tal vez lo cambiamos por un reino de oropel.

No es mi deber decidir si Constantino fue usado por Dios o por el diablo, lo que es cierto es que lo que hizo tuvo consecuencias, allí en el siglo IV y hoy en el siglo XXI, ciertamente cada lector puede llamarle a la vieja idea como bien prefiera, yo quise llamarle Constantino, porque es el primero que logro rastrear en la historia, que uso a los cristianos con fines de poder terrenal [6], las tergiversaciones posteriores pueden ser seguidas en los libros de historia.

Sé que dirán que soy anacrónico al interpretar que no estoy de acuerdo con la participación de los cristianos en política, pero es una mala interpretación de mis palabras; pues lo que veo por el contrario es el peligro de la participación política en el mundo cristiano, pues somos utilizados como piezas para la estrategia de un poder terrenal; es cierto, ya no estamos en un imperio, ahora tenemos voz y voto, y nos aferramos a eso con tal fuerza, que soltamos la cruz en nombre de nuestros derechos, y cuando nos conviene la volvemos a sujetar para ofender los derechos del otro para la gloria de Dios.

En lo personal siempre he creído en los deberes ciudadanos que tenemos como Cristianos, y agradezco a Dios los derechos que se han conseguido, pero nuestra esencia no depende de ellos, estos son las añadiduras, pero recordemos que hay que buscar primero; nuestro enfoque debe volver a lo central del evangelio; no podemos seguir cayendo en la vieja trampa, a la política debemos volverla a poner en su lugar, recordemos que su reino (el de Cristo, dijo el mismo[7]) no era de este mundo ¿Por qué el de sus seguidores debe serlo?

No es pues una invitación a callar ante la injusticia, recuerdo que la iglesia primitiva nunca necesito voz y voto para decirle en la cara a la sociedad romana sus pecados, pero igualmente les recordaban su esperanza en Cristo y el derecho de todos los hombres a acceder a ella si fuese su deseo, el testimonio de los cristianos pesaba por sí solo, las palabras complementaban. Tampoco fue la causa cristiana un criadero de rebeldes sin sazón contra todo lo que representase la autoridad, también lo expreso el apóstol Pablo en su epístola a los Romanos sobre el someterse a las autoridades[8] refiriéndose al gobierno, si además de esto pensamos que los cristianos se veían a sí mismos como peregrinos y extranjeros en este mundo, la conclusión sale a flote: obedecían las reglas del lugar de paso siempre y cuando no violaran las de su lugar de destino y residencia eterna de sus almas. La pregunta sobre que tanto involucrarse debe ser respondida por cada quien, pero antes de eso se debe tener claro: ¿Qué tipo de tesoro se busca? Una vez se sepa esto, se sabrá dónde buscarlo, pues dice La Escritura: donde esté vuestro tesoro allí estará vuestro corazón [9].

La participación en política por parte de los cristianos no es un pecado, ni nada malo en sí, podría decirse que es una peculiaridad de los tiempos o una jugarreta de la historia y ciertamente un deber para con el sistema político imperante, pero el cambio de enfoque, la renuncia a nuestro norte como cristianos ya es otra cosa, ¿dónde está el tesoro? ¿Dónde está el corazón?, la mayoría de los mártires de los primeros siglos perdieron la vida por responder una sencilla pregunta: ¿Quién es tu Señor (Kiriou)? ¿Cesar o Cristo? No es extraña para el cristiano profundo la relación entre corazón y señorío… al Cesar los que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios.

La iglesia primitiva nunca espero de su gobierno nada, salvo jornadas de persecución, tal vez por ello no perdieron enfoque, en cambio nosotros parece ser lo perdimos, porque esperamos mucho del gobierno, conservamos una visión mesiánica del príncipe, una remembranza de aquel emperador que paro la matanza cristianos, por eso afirmo que hasta hoy nos llegó su coletazo, y solían llamarlo Constantino.


[1] Baste decir que casi ningún emperador de aquel siglo murió de muerte natural, era un periodo del que se dice que el poder realmente residía en la capacidad de las legiones de poner y sostener a su predilecto a la cabeza, aunque varios emperadores fueron asesinados por sus propios subalternos.

[2] Henry Halley, Compendio manual de la Biblia. Moody, 1955.

[3] 1 Corintios 1:28

[4] Algunos aportes de la historia económica de la Reforma Protestante pueden ser útiles para ampliar este concepto, y por supuesto la famosa tesis de Max Weber en la ética protestante y el espíritu del capitalismo son elementos fundadores de dicho debate.

[5] Aquí aplican los análisis antropológicos sobre las ancestrales relaciones del binomio religión y poder desde las más antiguas prácticas religiosas conocidas.

[6] Hay un caso antes de Constantino que merece mención, hacia el año 272 de nuestra era la iglesia solicito la intervención del emperador Aureliano para expulsar de Antioquía a Pablo de Samosata obispo excomulgado por su doctrina y prácticas.

[7] Juan 18:36

[8] Romanos 13:1 El termino traducido como autoridades en este pasaje es el griego exousia, y en este contexto hace referencia a las autoridades gubernamentales, no a las celestiales ni mucho menos clericales.

[9] Mateo 6:21

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