EL COLETAZO DE CONSTANTINO. LA IGLESIA Y LA POLÍTICA
Por: Lucanor Alexander Dain
Recientemente cualquier usuario cristiano habituado al
uso de las redes sociales, se ha visto avasallado por la cantidad de
información política que corre libremente y sin filtro por dichas plataformas,
esto es especialmente fuerte en el mundo latino y norteamericano, los recientes
acontecimientos políticos han sacudido fuertemente a las iglesias llámese como
se llame la denominación o tendencia, algunas personas hablan incluso de una
fractura interna de las mismas con
miembros inclinados hacia ambos polos; siendo más específicos podríamos hablar
de cristianos pro-Trump y cristianos anti-Trump, y en mi país Colombia:
cristianos santistas y cristianos uribistas; quisiera pensar que es un fenómeno
solamente de estas dos naciones pero conversando con un profesor que viaja
frecuentemente por Latinoamérica afirma que es un fenómeno generalizado por
américa latina.
Parece patético que más de doscientos años de
laicización del estado, no hayan logrado la sacralización de la iglesia, los
cambios políticos desencadenados en la era de las revoluciones, con especial
acento en la revolución francesa marcaron aquella simbólica victoria del
pensamiento político moderno de occidente, pero también marcaron un nuevo
escenario para las diferentes iglesias denominadas cristianas, pues al verse
desamparadas de su padrino habitual por más de mil quinientos años tuvieron que
mirarse hacia adentro y mejor aún mirar hacia arriba.
Tradicionalmente se enseña en historia que Constantino
fusiono la iglesia y el estado por allá en el siglo IV de nuestra era, como
toda abstracción histórica que apunta a la enseñanza es necesaria, pero a la
vez es aberrante, porque sintetiza exageradamente procesos históricos que nunca
salen bien librados con una explicación simple, no es el propósito de este
texto ahondar demasiado en materia histórica, pero aprovechando mi formación
tratare de decir algunas cosas oportunas.
Constantino I el grande fue un hábil militar y emperador
que significo para los cristianos de los primeros siglos, el salvador que dio
fin a las persecuciones imperiales contra ellos, fueron muchos los cristianos
que escribieron por aquel entonces verdaderos cantos de elogio y epopeyas a la
salvación que Dios había traído a través de Constantino, y el propio tema de su
conversión ha sido punto de partida para cientos de artículos y debates así que
hablar con certeza de ese punto es complejo, Dios sabrá y sabe.
Lo que si podemos hablar con algo de certeza es que
Constantino entendió lo que significaba para el imperio romano la multitud
cristiana: una fuerza persistente y un poder casi omnipresente; pues ya para
finales del siglo III los cristianos habían permeado casi todas las capas de la
sociedad romana, incluso se hablaba de muchos de ellos en palacio y ocupando
importantes magistraturas y cargos de poder, más que eso la basta organización
que habían tejido a lo largo del inmenso espacio que ocupaba el imperio romano,
no solo era una hazaña y un milagro, era algo que la situación política del
imperio necesitaba desesperadamente en una época de anarquía e inestabilidad
política como lo fue el siglo III [1], así que para un buen estratega como
Constantino la visión estaba clara, seguramente más clara que la del icónico
sueño donde se dice que vio el lábaro y oyó la voz que decía “bajo este signo
vencerás”.
La alianza era obvia, y podemos leer en las páginas de
la historia como Constantino incorporo en las filas de su estado a miles de
cristianos otorgándoles un poder político que nunca antes habían tenido, por
primera vez en su existencia el cristianismo tenía “voz y voto”, las
consecuencias generadas por estos acontecimientos son básicamente de dos tipos,
y usare la expresión de Halley [2] para definirlas: La sacralización del
imperio y la paganización de la iglesia. Lo que vino después es historia que no
es propósito de este texto mencionar, pero si recordare varias cosas, el
cristianismo nació en pleno imperio romano, siendo desde su mismo fundador una religión
de parias y de personas sin importancia social alguna, la base social de su
expansión fueron los pobres los miserables y los indeseables, no sin razón dijo
el apóstol pablo que de lo más vil y menospreciado escogió Dios[3], menos que
cualquier otro personaje dentro del imperio romano los cristianos esperaban que
su voz y predicación resonara en el palacio, así que su objetivo nunca fue el
poder político, si bien hay unos antiguos textos dirigidos a los emperadores
conocidos como las apologías, nunca fue el propósito hacer proselitismo
político de la secta cristiana, estos escritos tenían un objetivo jurídico pues
apuntaban como lo indican sus nombres a defender a los cristianos de lo que el
estado les acusaba apelando a las mismas reglas del proclamado derecho romano.
Esta situación cambio con las reformas implementadas
por Constantino en el siglo IV, cuando los obispos se convirtieron en jueces,
las iglesias en oficinas de registro etc., cambios que se dieron
progresivamente desde el siglo IV en adelante; la iglesia fue perdiendo su
identidad paulatinamente y por ende su misión, el enfoque ultraterreno se
enfocó en lo terreno, y lo eterno se volvió a lo temporal, los hombres de moral
inquebrantable como lo fueron los mártires de los primeros siglos parecieron
extinguirse con el paso de los siglos y solo fueron quedando remembranzas y
fiestas en sus nombres.
La sociedad se hizo “cristiana”, los hombres seguían
iguales, solo que ahora mataban y delinquían para la gloria de Dios en nombre
de su Hijo Jesucristo, de la vieja moral cristiana de los primeros cristianos
quedaron bellos textos motivacionales, y aunque nunca falto remanente, pareció
esconderse en la hora de las sombras, de vez en cuando un rayo de luz irrumpía,
se puso la lámpara debajo del almud, hasta que llegaron “mejores” tiempos, o al
menos más oportunos.
Sin entrar en detalles dos aristas históricas van a
marcar el devenir de sucesos sobre el fenómeno que tratamos hasta la
actualidad: 1 la reforma protestante y 2 la revolución francesa. La primera
significo un motín religioso de occidente que permitió a algunas de las
naciones burguesas europeas, librarse del lastre que significaba la iglesia
Romana, si bien seguían nominalmente siendo cristianas ya no tenían la
influencia económica Romana[4], la atomización que significo la ruptura de la
iglesia occidental se interpreta tradicionalmente como el nacimiento del libre
pensamiento y pronto se hizo necesaria otra ruptura: iglesia-estado, es ahí
donde juega un papel fundamental la revolución francesa, su característico y
mordaz anticlericalismo marco las bases y consumó dicho divorcio, el antiguo
régimen fue desnudado y recompuesto, y la iglesia no estaba en los planes, era
considerada un organismo parasito subsidiaria del estado, sencillamente su
papel cohesionador desde hace siglos había terminado, la reforma lo demostró
sobradamente y la revolución francesa lo leyó cual guion de dramaturgo, el
siglo XIX vio su interpretación y adaptación sobre todo el mundo occidental,
las antes colonias españolas comenzaron su implementación hacia mediados de
dicho siglo.
la discusión de las ventajas y desventajas de dicho
tema son para otro espacio, solo resta decir que ambas entidades al parecer
nunca han dejado de necesitarse por completo[5], la ruptura atravesada por
sangrientas guerras en ambos lados del atlántico pareció ser irreconciliable,
pero estos tiempos se ríen de la historia, el viejo error parece repetirse con
nueva fachada, Constantino ha vuelto a la vida con nuevos y estilizados
rostros, ahora sale en Facebook y WhatsApp, ya no estamos en un imperio, ya no
echan cristianos a los leones al menos en occidente, aunque la persecución de
cristianos nunca ha cesado ya es políticamente y moralmente mal vista, ya los
cristianos no son aguijón para el estado, son votos fácilmente influenciables,
solo basta que un candidato visite tal o cual culto y en el acto se granjeo al
menos el 50% de los votos de dicha congregación
que nuevamente han visto a Constantino entre nosotros.
La reflexión debe ir más profunda que la discusión
sobre la participación política de la iglesia, ese no es el problema, es un
síntoma, el peor mal de este mundo y este tiempo no es el dólar, ni el petróleo
ni el yihadismo, es lo que la iglesia cristiana dejo de significar y de ser, y como
consecuencia de hacer, curiosamente la iglesia primitiva conquisto algo que no
buscaba: el poder del estado, y hoy que busca conquistarlo no lo alcanza, al
parecer hay un problema de objetivos, la visión de Constantino peso más que la
visión celestial, se nos embolato el reino de los cielos que tan candorosamente
nos anunció Jesucristo: se ha acercado a nosotros; o tal vez lo cambiamos por
un reino de oropel.
No es mi deber decidir si Constantino fue usado por
Dios o por el diablo, lo que es cierto es que lo que hizo tuvo consecuencias,
allí en el siglo IV y hoy en el siglo XXI, ciertamente cada lector puede
llamarle a la vieja idea como bien prefiera, yo quise llamarle Constantino,
porque es el primero que logro rastrear en la historia, que uso a los cristianos
con fines de poder terrenal [6], las tergiversaciones posteriores pueden ser
seguidas en los libros de historia.
Sé que dirán que soy anacrónico al interpretar que no
estoy de acuerdo con la participación de los cristianos en política, pero es
una mala interpretación de mis palabras; pues lo que veo por el contrario es el
peligro de la participación política en el mundo cristiano, pues somos
utilizados como piezas para la estrategia de un poder terrenal; es cierto, ya
no estamos en un imperio, ahora tenemos voz y voto, y nos aferramos a eso con
tal fuerza, que soltamos la cruz en nombre de nuestros derechos, y cuando nos
conviene la volvemos a sujetar para ofender los derechos del otro para la
gloria de Dios.
En lo personal siempre he creído en los deberes
ciudadanos que tenemos como Cristianos, y agradezco a Dios los derechos que se
han conseguido, pero nuestra esencia no depende de ellos, estos son las
añadiduras, pero recordemos que hay que buscar primero; nuestro enfoque debe
volver a lo central del evangelio; no podemos seguir cayendo en la vieja
trampa, a la política debemos volverla a poner en su lugar, recordemos que su
reino (el de Cristo, dijo el mismo[7]) no era de este mundo ¿Por qué el de sus
seguidores debe serlo?
No es pues una invitación a callar ante la injusticia,
recuerdo que la iglesia primitiva nunca necesito voz y voto para decirle en la
cara a la sociedad romana sus pecados, pero igualmente les recordaban su
esperanza en Cristo y el derecho de todos los hombres a acceder a ella si fuese
su deseo, el testimonio de los cristianos pesaba por sí solo, las palabras
complementaban. Tampoco fue la causa cristiana un criadero de rebeldes sin
sazón contra todo lo que representase la autoridad, también lo expreso el
apóstol Pablo en su epístola a los Romanos sobre el someterse a las
autoridades[8] refiriéndose al gobierno, si además de esto pensamos que los cristianos
se veían a sí mismos como peregrinos y extranjeros en este mundo, la conclusión
sale a flote: obedecían las reglas del lugar de paso siempre y cuando no
violaran las de su lugar de destino y residencia eterna de sus almas. La
pregunta sobre que tanto involucrarse debe ser respondida por cada quien, pero
antes de eso se debe tener claro: ¿Qué tipo de tesoro se busca? Una vez se sepa
esto, se sabrá dónde buscarlo, pues dice La Escritura: donde esté vuestro
tesoro allí estará vuestro corazón [9].
La participación en política por parte de los
cristianos no es un pecado, ni nada malo en sí, podría decirse que es una
peculiaridad de los tiempos o una jugarreta de la historia y ciertamente un
deber para con el sistema político imperante, pero el cambio de enfoque, la
renuncia a nuestro norte como cristianos ya es otra cosa, ¿dónde está el
tesoro? ¿Dónde está el corazón?, la mayoría de los mártires de los primeros
siglos perdieron la vida por responder una sencilla pregunta: ¿Quién es tu
Señor (Kiriou)? ¿Cesar o Cristo? No es extraña para el cristiano profundo la
relación entre corazón y señorío… al Cesar los que es del Cesar, y a Dios lo
que es de Dios.
La iglesia primitiva nunca espero de su gobierno nada,
salvo jornadas de persecución, tal vez por ello no perdieron enfoque, en cambio
nosotros parece ser lo perdimos, porque esperamos mucho del gobierno,
conservamos una visión mesiánica del príncipe, una remembranza de aquel
emperador que paro la matanza cristianos, por eso afirmo que hasta hoy nos llegó
su coletazo, y solían llamarlo Constantino.
[1] Baste decir que casi ningún emperador de aquel
siglo murió de muerte natural, era un periodo del que se dice que el poder
realmente residía en la capacidad de las legiones de poner y sostener a su
predilecto a la cabeza, aunque varios emperadores fueron asesinados por sus
propios subalternos.
[2] Henry Halley, Compendio manual de la Biblia.
Moody, 1955.
[3] 1 Corintios 1:28
[4] Algunos aportes de la historia económica de la
Reforma Protestante pueden ser útiles para ampliar este concepto, y por
supuesto la famosa tesis de Max Weber en la ética protestante y el espíritu del
capitalismo son elementos fundadores de dicho debate.
[5] Aquí aplican los análisis antropológicos sobre las
ancestrales relaciones del binomio religión y poder desde las más antiguas
prácticas religiosas conocidas.
[6] Hay un caso antes de Constantino que merece
mención, hacia el año 272 de nuestra era la iglesia solicito la intervención
del emperador Aureliano para expulsar de Antioquía a Pablo de Samosata obispo
excomulgado por su doctrina y prácticas.
[7] Juan 18:36
[8] Romanos 13:1 El termino traducido como autoridades
en este pasaje es el griego exousia, y en este contexto hace referencia a las
autoridades gubernamentales, no a las celestiales ni mucho menos clericales.
[9] Mateo 6:21
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Tomado de: https://hwdf-cultura.webnode.es/news/el-coletazo-de-constantino-la-iglesia-y-la-politica/
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