LA PRESCIENCIA
DE DIOS
TEMA
“Pedro, apóstol
de Jesucristo; a los expatriados de la dispersión en Ponto, Galacia, Capadocia,
Asia y Bitinia, elegidos conforme al previo conocimiento de Dios Padre por la
santificación del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su
sangre: Gracia y paz os sean multiplicadas”. (1Ped. 1,2).
Muchas
controversias, ha engendrado este tema en el pasado. Pero, ¿qué verdad hay en
la Santa Escritura que no haya sido tomada como ocasión de batallas teológicas
y eclesiásticas? La Deidad de Cristo, su nacimiento virginal, su muerte
expiatoria, su segunda venida; la justificación del creyente por la fe, su
santificación, su seguridad; la iglesia, su organización, oficiales y
disciplina; el bautismo, la cena del Señor, y muchísimas otras verdades
preciosas que podríamos mencionar. Con todo, las controversias sostenidas en
torno a estas no cerraron la boca de los siervos fieles a Dios.
Hay dos cosas,
acerca de la presciencia de Dios, que muchos ignoran: el significado del
término, y su alcance bíblico. Debido a que esta ignorancia está tan extendida,
le resultará fácil a un predicador o maestro el defraudar con perversiones de
este tema aun al pueblo de Dios. Sólo hay una salvaguardia contra el error;
estar confirmados en la fe; y para ello ha de haber estudio diligente y
oración, y una recepción humilde de la asimilación de la Palabra de Dios, ya
que algunos falsos maestros de la Biblia pervierten su presciencia con el fin
de desechar su absoluta elección para vida eterna Sólo entonces seremos
fortalecidos contra los ataques de aquellos que nos asaltan.
Cuando se expone
el tema bendito y solemne de la predestinación, y el de la eterna elección por
parte de Dios de ciertas personas para ser hechas conformes a la imagen de su
Hijo, el enemigo envía algún hombre a contradecir que la elección se basa en la
presciencia de Dios y esta “presciencia” se interpreta significando que previo
que algunos serían más dóciles que otros, que responderían más prontamente a
los esfuerzos del Espíritu, y que, debido a que Dios sabía que creerían, El, en
consecuencia, los predestinó para salvación. Pero tal declaración es
radicalmente errónea. Repudia la verdad de la depravación total, ya que
argumenta que hay algo bueno en algunos hombres.
Quita a Dios su
independencia, ya que hace que sus decretos descansen en lo que El descubre en
la criatura. Trastorna las cosas completamente, ya que decir que Dios previo
que ciertos pecadores creerían en Cristo, y que, en consecuencia, El los
predestinó para salvación, es lo contrario a la verdad. La Escritura afirma que
Dios, en su absoluta soberanía, separó a algunos para que fueran recipientes de
sus favores distintivos “Al oír esto, los gentiles se regocijaban y
glorificaban la palabra del Señor, y creyeron cuantos estaban designados para
la vida eterna”. (Hech. 13:48), y, por tanto, determinó otorgarles el don de la
fe.
La falsa teología
hace del conocimiento previo que Dios tiene de nuestra fe la causa de su
elección para salvación; mientras que la elección de Dios es la causa, y
nuestra fe en Cristo es el efecto. Antes de seguir debatiendo este tema,
hagamos una pausa y definamos los términos. ¿Qué quiere decir la palabra
“presciencia”? “Conocer de antemano”, es la pronta respuesta de muchos. Pero no
debemos juzgar precipitadamente, ni tampoco aceptar como definitiva la
definición del diccionario, ya que esto no es un asunto de etimología del
término empleado.
El uso que el
Espíritu Santo hace de una expresión define siempre su significado y alcance.
Lo que causa tanta confusión y error es el dejar de aplicar esta regla tan
sencilla. Hay muchas personas que piensan conocer el significado de una palabra
determinada usada en la escritura, pero que son reacias a poner a prueba sus
suposiciones por medio de una concordancia. Ampliemos este punto.
Tomemos la
palabra “carne”. Su significado parece ser tan obvio que muchos considerarán
que el examinar sus varias conexiones en la Escritura es una pérdida de tiempo.
Se supone precipitadamente que la palabra es un sinónimo del cuerpo físico, y
no se procura indagar más. Pero, en realidad, la “carne” en la Escritura
frecuentemente incluye mucho más de lo que es corporal. Sólo por medio de la
comparación atenta de cada caso, y el estudio de cada contexto por separado,
puede descubrirse todo lo que el término abarca.
Tomemos la
palabra “mundo”. El lector de la Biblia imagina frecuentemente que esta palabra
equivale a la raza humana, y, en consecuencias interpreta equivocadamente los
pasajes en los que la misma aparece. Tomen la palabra “inmortalidad”. ¡Sin duda
alguna, ésta no requiere estudio! Es obvio que hace referencia a la
indestructibilidad del alma. Cuando se trata de la Palabra de Dios, el dar por
sentado algo sin comprobarlo es locura y error.
Si ustedes se
toman la molestia de examinar cuidadosamente cada pasaje en el que se
encuentran las palabras “mortal” e “inmortal”, se dará cuenta que estas nunca
se aplica al alma, sino al cuerpo. Todo lo dicho acerca de “carne”, “mundo”, o
“inmortalidad”, es aplicable con igual fuerza a los términos “conocer” y
“preconocer” (conocer desde antes). Lejos de bastar con la simple suposición de
que estas palabras no significan otra cosa que simple conocimiento, veremos que
los diferentes pasajes en los que se encuentran requieren ser considerados
cuidadosamente.
La palabra “pre
conocimiento” (traducida en la versión española por “conocer de antes") no
se encuentra en el A.T., pero sí que se da frecuentemente el término “conocer”.
Cuando éste es usado en relación con Dios significa a menudo mirar con favor,
comunicando, no un simple conocimiento, sino un afecto por el objeto mirado.
“Te he conocido por tu nombre” (Exo. 33:17). “Rebeldes habéis sido a Jehová
desde el día que yo os conozco” (Deut. 9:24). “A vosotros solamente he conocido
de todas las familias de la tierra” (Amós 3:2). En estos pasajes “conocer”
significa amar o bien designar.
Asimismo, en el
N.T., se usa frecuentemente la palabra “conocer” en el mismo sentido que en el
Antiguo. “Entonces yo les declararé: Nunca os he conocido. ¡Apartaos de mí,
obradores de maldad!” (Mat. 7:23). “Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas,
y las mías me conocen”. (Juan 10:14). “Pero si alguien ama a Dios, tal persona
es conocida por él”. (1Cor. 8:3). “Conoce el Señor a los que son suyos” (2Tim.
2:19).
El término
“Preconocer”, o “presciencia”, tal como se usa en el Nuevo testamento, es menos
ambiguo que en su simple forma “conocer”. Si todos los pasajes en los que
aparece son estudiados cuidadosamente, se descubrirá que es muy discutible que
el término haga referencia a una simple percepción de eventos que han de tener
lugar. En realidad, este término nunca es usado en la Escritura en relación con
sucesos o acciones, sino que, por el contrario, siempre se refiere a personas.
Dios “conoció por anticipado” a las personas, no a sus acciones.
Para demostrarlo,
citaremos los pasajes en los que se encuentra esta expresión. El primero es
hechos 2:23, donde leemos de Jesús: “Entregado por el determinado consejo y
anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos,
crucificándole”. Si nos fijamos con atención en las palabras de este versículo,
veremos que el apóstol no estaba hablando del conocimiento anticipado de Dios
del acto de la crucifixión, sino de la Persona crucificada: “este, entregado
por…”, etc.
El segundo es en
Rom. 8:29,30. “Porque a los que antes conoció, también predestinó para que
fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a estos también llamó.” Fíjense
bien en el pronombre que se usa aquí. No es lo que, sino los que antes conoció.
Lo que se nos muestra no es la sumisión de la voluntad, ni la fe del corazón,
sino las personas mismas. “No ha desechado Dios a su pueblo, el cual antes
conoció” (Rom. 11:22). Una vez más, la referencia es claramente a personas
solamente.
La última cita es
1Ped. 1:2: “Elegidos según la presciencia de Dios Padre” ¿Quiénes son ellos? El
versículo anterior nos lo dice: la referencia es a los “extranjeros
esparcidos”, es decir, la Diáspora, los judíos creyentes de la dispersión.
Aquí, también, la referencia es a personas, no a sus hechos previstos. En vista
de estos pasajes ¿qué base bíblica hay para decir que Dios “Previo” los hechos
de algunos, a saber, su “arrepentimiento y fe”, y que, a causa de los mismos,
los eligió para salvación? Absolutamente ninguna.
La Escritura
jamás habla del arrepentimiento y la fe como algo previsto o preconocido por
Dios. Es verdad que Dios conocía desde toda la eternidad que algunos se
arrepentirían y creerían, pero la Escritura no se refiere a esto como objeto de
la “presciencia” de Dios. El término se refiere invariablemente a Dios
preconociendo a personas; así pues, “retengamos la forma de las sanas palabras”
(2Tim. 1:13).
Otra cosa sobre
la que deseamos llamar particularmente la atención es que los dos primeros
pasajes citados, muestran de manera clara, y enseñan implícitamente, que la
presciencia de Dios no es cautiva, sino que, detrás de ella precediéndola, hay
algo más: su propio decreto soberano. Cristo fue “entregado por el:
(1) Determinado
consejo y
(2) Anticipado
conocimiento de Dios” (Hech. 2:23).
Su “consejo” o
decreto fue la base de su anticipado conocimiento. Asimismo, en Romanos 8:29.
Este versículo empieza con la palabra “porque”, lo cual nos habla de lo que
precede inmediatamente. ¿Qué es, entonces, lo que dice el versículo anterior?
“Todas las cosas les ayudan a bien... a los que conforme al propósito son
llamados” Así pues, “el anticipado conocimiento” de Dios se basa en su
“propósito” o decreto (véase Salmo 2:7)
Dios conoce por
anticipado lo que será, porque él ha decretado que sea. Afirmar, por lo tanto,
que Dios elige porque preconoce es invertir el orden de la Escritura, es como
poner el carro delante del caballo. La verdad es que preconoce porque ha
elegido. Esto elimina la base o causa de la elección como algo de la criatura,
y la coloca en la soberana voluntad de Dios.
Dios se propuso
elegir a ciertas personas, no porque hubiera algo bueno en ellas, ni porque
previera algo bueno en las mismas, sino solamente, a causa de su pura buena
voluntad. El por qué escogió a éstos no lo sabemos; lo único que podemos decir
es: “Así, Padre, porque así te agradó”. La verdad clara de Romanos 8:29, es que
Dios, antes de la fundación del mundo, separó a ciertos pecadores y los escogió
para salvación (2Tes. 2:13).
Esto se ve claro
en las últimas palabras del versículo: los “predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo”, etc. Dios no predestinó a aquellos que él
preveía que “eran hechos conformes.”, sino que, por el contrario, predestinó a
aquellos a los que “antes conoció” (es decir, amó y eligió) “para que fuesen
hechos conformes”. Su conformidad a Cristo no es la causa, sino el efecto de la
presciencia y predestinación de Dios.
Dios no eligió a
ningún pecador porque viera que creería, por la razón sencilla pero suficiente,
de que ningún pecador cree jamás hasta que Dios le da fe; de la misma manera
que ningún hombre puede ver antes de que Dios le dé la vista. Ya que la vista
es el don de Dios, y ver es la consecuencia del uso de su don.
Asimismo, la fe
es el don de Dios “Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe y esto no
de vosotros, pues es don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe” (Efe.
2:8), y creer es la consecuencia del uso de este don. Si fuera cierto que Dios
eligió a algunos para ser salvos porque a su debido tiempo éstos creerían, eso
convertiría el creer en un acto meritorio, y, en este caso, el pecador tendría
razón de jactarse, lo cual la Escritura niega enfáticamente, (Efe. 2:9).
En verdad la
Palabra de Dios es suficientemente clara al enseñar que creer no es un acto
meritorio. Afirma que los cristianos son aquellos que “por la gracia han
creído” (Hech. 18:27). Por lo tanto, si han creído “por gracia”, no hay
absolutamente nada meritorio, el mérito no puede ser la base o causa que movió
a Dios a escogerlos.
No, la elección
de Dios no procede de nada que haya en nosotros, o de nada que proceda de
nosotros, sino únicamente de su propia y soberana buena voluntad. Una vez más,
en Romanos 11:5, leemos de “un remanente escogido por gracia”. Ahí está
suficientemente claro; la misma elección es por gracia, y gracia es favor
inmerecido, algo a lo que no tenemos derecho alguno. Precisamente, se ve la
importancia para nosotros, de tener ideas claras y bíblicas sobre la
presciencia de Dios. Quien no solamente conoció el final desde el principio,
sino que planeó, fijó y predestinó todo desde el principio.
Ya que, si ustedes
son cristianos verdaderos, lo son porque Dios los escogió en Cristo antes de la
fundación del mundo, (Efe. 1:4), y lo hizo, no porque previo que creería, sino
porque, simplemente, así le agradó hacerlo; te escogió a pesar de tu
incredulidad natural. Siendo así, toda la gloria y la alabanza le pertenece
solo a Él. No tienes base alguna para atribuirte ningún mérito. Has creído “por
la gracia”, y eso porque tú misma elección fue “de gracia” (Rom. 11:5).
Publicado 28th
November 2014 por Unknown
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